Hórus já era um homem feito quando Ísis veio a ter com ele novamente, ela o ensinou a entrar em comunhão com o pai em Amentet (mundo dos mortos), e foi com Osíris que ele, Hórus, aprendeu a lutar e usar o arco e a flecha aprendeu a cavalgar e a domesticar os leões. Certa manhã a deusa Hator, filha de Rá, veio até o Nilo e avistou Hórus se banhando. A imagem do deus fez com que ela cantasse e dançasse de excitação e toda pessoa que ela fitava imediatamente se apaixonava.
Ela passou a ficar muito próxima de Hórus desde então, e ele nutria por ela o mesmo interesse. Mas ela não era a única a se apaixonar por Hórus. Néftis à muito tempo já havia deixado Seth e este casou-se pela segunda vez com Tauret (a mais antiga deusa da fertilidade). Quando Tauret soube sobre o jovem e viril falcão de Tebas, logo foi procurá-lo para fazer dele seu marido. Seth que já não gostava de Hórus por sua descendência e por medo de que o menino-falcão viesse cobrar o trono de seu pai, ficou ainda mais furioso com a notícia de que sua esposa tivesse o procurado. Enfurecido Seth colocou a coroa de guerra, pegou sua adaga e foi à procura de Hórus, como quem caça um javali. E a hora chegou, mas a luta entre Seth e Hórus seria longa e angustiosa; uma briga que aparecia não ter fim, na qual um e outro infringiam tanto mal como o que recebiam do seu adversário.
E eles lutaram. Durante oitenta anos, suas facas se chocaram. Lutaram brandindo as clavas e atirando flechas. Os dois deuses emergiam do Nilo como homens, de pé sobre o dorso de crocodilos. Transformaram-se em Ursos, mordendo e dando patadas, transformaram-se em cobras, em feras selvagens, em asnos em falcões e leões. Transformados em hipopótamos, mergulharam nas águas claras do Nilo, apiedada, Ísis fez sua própria lança e, sem saber qual dos hipopótamos era seu filho, fincou sua arma nas costas de Hórus. Hórus precipitou-se das águas como uma pantera selvagem e correu atrás de Ísis, que fugiu como uma gazela amedrontada. Finalmente ele a apanhou, ergueu a faca e com um golpe arrancou-lhe a cabeça.
Percebendo o que fizera, que sua cólera o traíra e que ferira Ísis mortalmente, Hórus deixou cair a arma e correu para as montanhas com a intenção de nunca mais voltar. Toth desceu a Terra e com palavras de magia colocou uma cabeça de vaca sobre os ombros de Ísis e a ressuscitou. Seth seguiu Hórus e o encontrou dormindo, sob o luar, debaixo de uma tamareira. Hórus acordou tarde demais, Seth já havia o agarrado. Com sua adaga que já havia rasgado Osíris, Seth arrancou os dois olhos de Hórus jogando-os ao sopé da montanha.
Hator, a deusa da festividade, da dança e da alegria encontrou seu amado Hórus deitado com a face virada para baixo. Ela começou a dançar e cantar para alegrar o deus. Quando viu que o deus-falcão estava sem os olhos, espremeu seu peito até que até as cavidades oculares de Hórus. O leite da deusa fez com que Hórus voltasse a ver. Tão penoso foi o combate entre Seth e Hórus que Toth, o deus da Lua e a divindade da ordem e a inteligência, se apiedou dos combatentes e interveio para mediar na disputa, levando ambos ao tribunal dos deuses e fazendo comparecer também Osíris, para que todos pudessem ouvir as razões de um e dos outros. O tribunal sentencia que, na longa e controversa vista da briga entre Seth e Hórus, que durou nada menos que oitenta anos, os direitos sucessórios de Osíris pertencem a Hórus. O filho póstumo de Osíris recuperava o que correspondia pela sua linhagem: a sucessão no trono de Egito. Assim, o filho era reconhecido pela divindade como soberano indiscutível, dentro da tradição clássica que adjudicava aos reis e aos reinos um sentido de vontade divina. Por esta sentença, Seth perde o seu poder sobre as terras negras e férteis do Egito, voltando a reinar apenas na terra vermelha, mas ele não é castigado nem afastado do mundo.
Seth passa a ser também uma divindade necessária ao ser acolhido por Rá, para que se ocupe nos céus de alternar a noite com o dia e deixe que sejam os reis os que governem sobre a terra
.
Hórus, por sua vez, engendra quatro filhos: Imset (Amsiti), Hapi, Duametef (Tuemeft) e Quebsnauf (Kevsnef). Estes filhos, que acompanharão Osiris nos julgamentos aos mortos, também cuidam dos quatro pontos cardeais e se ocupam de velar pelas necessidades e pela saúde das entranhas de Osíris.
Traducción al español por Google:La Batalla de Horus y Seth
Horus ya era un hombre hecho cuando Isis vino a tener con él nuevamente, ella le enseñó a entrar en comunión con su padre en Amentet (mundo de los muertos), y fue con Osiris que él, Horus, aprendió a luchar y usar el arco y La flecha aprendió a cabalgar ya domesticar a los leones. Una mañana la diosa Hator, hija de Rá, vino hasta el Nilo y divisó a Horus bañándose. La imagen del dios hizo que ella cantara y bailara de excitación y toda persona que ella miraba inmediatamente se apasionaba.Ella pasó a estar muy cerca de Horus desde entonces, y él por el mismo interés le interesaba. Pero ella no era la única en enamorarse de Horus. Néftis a mucho tiempo ya había dejado a Seth y éste se casó por segunda vez con Tauret (la más antigua diosa de la fertilidad). Cuando Tauret supo sobre el joven y viril halcón de Tebas, luego fue a buscarlo para hacer de él su marido. Seth que ya no le gustaba de Horus por su descendencia y por miedo de que el niño-halcón viniera a cobrar el trono de su padre, se puso aún más furioso con la noticia de que su esposa hubiera buscado. Enfurecido Seth colocó la corona de guerra, cogió su daga y fue a buscar a Horus, como quien caza un jabalí. Y la hora llegó, pero la lucha entre Seth y Horus sería larga y angustiosa; Una pelea que aparecía no tener fin, en la cual uno y otro infringían tanto mal como lo que recibían de su adversario.Y ellos lucharon. Durante ochenta años, sus cuchillos chocaron. Lucharon blandiendo los clavos y lanzando flechas. Los dos dioses emergían del Nilo como hombres, de pie sobre el dorso de cocodrilos. Se convirtieron en Osos, mordiendo y dando patadas, se transformaron en serpientes, en fieras salvajes, en asnos en halcones y leones. Transformados en hipopótamos, se sumergieron en las aguas claras del Nilo, apiada, Isis hizo su propia lanza y, sin saber cuál de los hipopótamos era su hijo, clavó su arma en la espalda de Horus. Hórus se precipitó de las aguas como una pantera salvaje y corrió detrás de Isis, que huyó como una gacela asustada. Finalmente él la cogió, alzó el cuchillo y con un golpe le arrancó la cabeza.Percibiendo lo que había hecho, que su cólera lo traicionó y que golpeó Ísís mortalmente, Horus dejó caer el arma y corrió hacia las montañas con la intención de nunca volver. Toth descendió la Tierra y con palabras de magia colocó una cabeza de vaca sobre los hombros de Isis y la resucitó. Seth siguió a Horus y lo encontró durmiendo, bajo la luz de la luna, debajo de una tapadera. Hórus se despertó demasiado tarde, Seth ya había agarrado. Con su daga que ya había rasgado Osiris, Seth arrancó los dos ojos de Horus arrojándolos al pie de la montaña.Hator, la diosa de la festividad, la danza y la alegría encontró a su amado Horus acostado boca abajo. Ella comenzó a bailar y cantar para alegrar al dios. Cuando vio que el dios-halcón estaba sin los ojos, exprimió su pecho hasta que hasta las cavidades oculares de Horus. La leche de la diosa hizo que Horus volviera a ver. En el caso de Seth y Horus, Toth, el dios de la Luna y la divinidad del orden y la inteligencia, se apiadó de los combatientes e intervino para mediar en la disputa, llevando ambos al tribunal de los dioses y haciendo comparecer también Osiris, para que Todos pudieran oír las razones de uno y de otros. El tribunal sentencia que, en la larga y controvertida vista de la pelea entre Seth y Horus, que duró nada menos que ochenta años, los derechos sucesorios de Osiris pertenecen a Horus. El hijo póstumo de Osiris recuperaba lo que correspondía por su linaje: la sucesión en el trono de Egipto. Así, el hijo era reconocido por la divinidad como soberano indiscutible, dentro de la tradición clásica que adjudicaba a los reyes ya los reinos un sentido de voluntad divina. Por esta sentencia, Seth pierde su poder sobre las tierras negras y fértiles de Egipto, volviendo a reinar sólo en la tierra roja, pero él no es castigado ni alejado del mundo.Seth pasa a ser también una divinidad necesaria al ser acogido por Rá, para que se ocupe en los cielos de alternar la noche con el día y deje que sean los reyes los que gobernen sobre la tierra.Horus, por su parte, engendró a cuatro hijos: Imset (Amsiti), Hapi, Duametef (Tuemeft) y Quebsnauf (Kevsnef). Estos hijos, que acompañarán a Osiris en los juicios a los muertos, también cuidan de los cuatro puntos cardenales y se ocupan de velar por las necesidades y la salud de las entrañas de Osiris.
Horus ya era un hombre hecho cuando Isis vino a tener con él nuevamente, ella le enseñó a entrar en comunión con su padre en Amentet (mundo de los muertos), y fue con Osiris que él, Horus, aprendió a luchar y usar el arco y La flecha aprendió a cabalgar ya domesticar a los leones. Una mañana la diosa Hator, hija de Rá, vino hasta el Nilo y divisó a Horus bañándose. La imagen del dios hizo que ella cantara y bailara de excitación y toda persona que ella miraba inmediatamente se apasionaba.Ella pasó a estar muy cerca de Horus desde entonces, y él por el mismo interés le interesaba. Pero ella no era la única en enamorarse de Horus. Néftis a mucho tiempo ya había dejado a Seth y éste se casó por segunda vez con Tauret (la más antigua diosa de la fertilidad). Cuando Tauret supo sobre el joven y viril halcón de Tebas, luego fue a buscarlo para hacer de él su marido. Seth que ya no le gustaba de Horus por su descendencia y por miedo de que el niño-halcón viniera a cobrar el trono de su padre, se puso aún más furioso con la noticia de que su esposa hubiera buscado. Enfurecido Seth colocó la corona de guerra, cogió su daga y fue a buscar a Horus, como quien caza un jabalí. Y la hora llegó, pero la lucha entre Seth y Horus sería larga y angustiosa; Una pelea que aparecía no tener fin, en la cual uno y otro infringían tanto mal como lo que recibían de su adversario.Y ellos lucharon. Durante ochenta años, sus cuchillos chocaron. Lucharon blandiendo los clavos y lanzando flechas. Los dos dioses emergían del Nilo como hombres, de pie sobre el dorso de cocodrilos. Se convirtieron en Osos, mordiendo y dando patadas, se transformaron en serpientes, en fieras salvajes, en asnos en halcones y leones. Transformados en hipopótamos, se sumergieron en las aguas claras del Nilo, apiada, Isis hizo su propia lanza y, sin saber cuál de los hipopótamos era su hijo, clavó su arma en la espalda de Horus. Hórus se precipitó de las aguas como una pantera salvaje y corrió detrás de Isis, que huyó como una gacela asustada. Finalmente él la cogió, alzó el cuchillo y con un golpe le arrancó la cabeza.Percibiendo lo que había hecho, que su cólera lo traicionó y que golpeó Ísís mortalmente, Horus dejó caer el arma y corrió hacia las montañas con la intención de nunca volver. Toth descendió la Tierra y con palabras de magia colocó una cabeza de vaca sobre los hombros de Isis y la resucitó. Seth siguió a Horus y lo encontró durmiendo, bajo la luz de la luna, debajo de una tapadera. Hórus se despertó demasiado tarde, Seth ya había agarrado. Con su daga que ya había rasgado Osiris, Seth arrancó los dos ojos de Horus arrojándolos al pie de la montaña.Hator, la diosa de la festividad, la danza y la alegría encontró a su amado Horus acostado boca abajo. Ella comenzó a bailar y cantar para alegrar al dios. Cuando vio que el dios-halcón estaba sin los ojos, exprimió su pecho hasta que hasta las cavidades oculares de Horus. La leche de la diosa hizo que Horus volviera a ver. En el caso de Seth y Horus, Toth, el dios de la Luna y la divinidad del orden y la inteligencia, se apiadó de los combatientes e intervino para mediar en la disputa, llevando ambos al tribunal de los dioses y haciendo comparecer también Osiris, para que Todos pudieran oír las razones de uno y de otros. El tribunal sentencia que, en la larga y controvertida vista de la pelea entre Seth y Horus, que duró nada menos que ochenta años, los derechos sucesorios de Osiris pertenecen a Horus. El hijo póstumo de Osiris recuperaba lo que correspondía por su linaje: la sucesión en el trono de Egipto. Así, el hijo era reconocido por la divinidad como soberano indiscutible, dentro de la tradición clásica que adjudicaba a los reyes ya los reinos un sentido de voluntad divina. Por esta sentencia, Seth pierde su poder sobre las tierras negras y fértiles de Egipto, volviendo a reinar sólo en la tierra roja, pero él no es castigado ni alejado del mundo.Seth pasa a ser también una divinidad necesaria al ser acogido por Rá, para que se ocupe en los cielos de alternar la noche con el día y deje que sean los reyes los que gobernen sobre la tierra.Horus, por su parte, engendró a cuatro hijos: Imset (Amsiti), Hapi, Duametef (Tuemeft) y Quebsnauf (Kevsnef). Estos hijos, que acompañarán a Osiris en los juicios a los muertos, también cuidan de los cuatro puntos cardenales y se ocupan de velar por las necesidades y la salud de las entrañas de Osiris.
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Tradução para o espanhol pelo Google: A Batalha de Hórus e Seth Hórus já era um homem feito quando Ísis veio a ter com ele novamente, ela o ensinou a entrar em comunhão com o pai em Amentet (mundo dos mortos), e foi com Osíris que ele, Hórus, aprendeu a lutar e usar o arco e a flecha aprendeu a cavalgar e a domesticar os leões. Certa manhã a deusa Hator, filha de Rá, veio até o Nilo e avistou Hórus se banhando. A imagem do deus fez com que ela cantasse e dançasse de excitação e toda pessoa que ela fitava imediatamente se apaixonava. Ela passou a ficar muito próxima de Hórus desde então, e ele nutria por ela o mesmo interesse. Mas ela não era a única a se apaixonar por Hórus. Néftis à muito tempo já havia deixado Seth e este casou-se pela segunda vez com Tauret (a mais antiga deusa da fertilidade). Quando Tauret soube sobre o jovem e viril falcão de Tebas, logo foi procurá-lo para fazer dele seu marido. Seth que já não gostava de Hórus por sua descendência e por medo de que o menino-falcão viesse cobrar o trono de seu pai, ficou ainda mais furioso com a notícia de que sua esposa tivesse o procurado. Enfurecido Seth colocou a coroa de guerra, pegou sua adaga e foi à procura de Hórus, como quem caça um javali. E a hora chegou, mas a luta entre Seth e Hórus seria longa e angustiosa; uma briga que aparecia não ter fim, na qual um e outro infringiam tanto mal como o que recebiam do seu adversário. E eles lutaram. Durante oitenta anos, suas facas se chocaram. Lutaram brandindo as clavas e atirando flechas. Os dois deuses emergiam do Nilo como homens, de pé sobre o dorso de crocodilos. Transformaram-se em Ursos, mordendo e dando patadas, transformaram-se em cobras, em feras selvagens, em asnos em falcões e leões. Transformados em hipopótamos, mergulharam nas águas claras do Nilo, apiedada, Ísis fez sua própria lança e, sem saber qual dos hipopótamos era seu filho, fincou sua arma nas costas de Hórus. Hórus precipitou-se das águas como uma pantera selvagem e correu atrás de Ísis, que fugiu como uma gazela amedrontada. Finalmente ele a apanhou, ergueu a faca e com um golpe arrancou-lhe a cabeça. Percebendo o que fizera, que sua cólera o traíra e que ferira Ísis mortalmente, Hórus deixou cair a arma e correu para as montanhas com a intenção de nunca mais voltar. Toth desceu a Terra e com palavras de magia colocou uma cabeça de vaca sobre os ombros de Ísis e a ressuscitou. Seth seguiu Hórus e o encontrou dormindo, sob o luar, debaixo de uma tamareira. Hórus acordou tarde demais, Seth já havia o agarrado. Com sua adaga que já havia rasgado Osíris, Seth arrancou os dois olhos de Hórus jogando-os ao sopé da montanha. Hator, a deusa da festividade, da dança e da alegria encontrou seu amado Hórus deitado com a face virada para baixo. Ela começou a dançar e cantar para alegrar o deus. Quando viu que o deus-falcão estava sem os olhos, espremeu seu peito até que até as cavidades oculares de Hórus. O leite da deusa fez com que Hórus voltasse a ver. Tão penoso foi o combate entre Seth e Hórus que Toth, o deus da Lua e a divindade da ordem e a inteligência, se apiedou dos combatentes e interveio para mediar na disputa, levando ambos ao tribunal dos deuses e fazendo comparecer também Osíris, para que todos pudessem ouvir as razões de um e dos outros. O tribunal sentencia que, na longa e controversa vista da briga entre Seth e Hórus, que durou nada menos que oitenta anos, os direitos sucessórios de Osíris pertencem a Hórus. O filho póstumo de Osíris recuperava o que correspondia pela sua linhagem: a sucessão no trono de Egito. Assim, o filho era reconhecido pela divindade como soberano indiscutível, dentro da tradição clássica que adjudicava aos reis e aos reinos um sentido de vontade divina. Por esta sentença, Seth perde o seu poder sobre as terras negras e férteis do Egito, voltando a reinar apenas na terra vermelha, mas ele não é castigado nem afastado do mundo. Seth passa a ser também uma divindade necessária ao ser acolhido por Rá, para que se ocupe nos céus de alternar a noite com o dia e deixe que sejam os reis os que governem sobre a terra . Hórus, por sua vez, engendra quatro filhos: Imset (Amsiti), Hapi, Duametef (Tuemeft) e Quebsnauf (Kevsnef). Estes filhos, que acompanharão Osiris nos julgamentos aos mortos, também cuidam dos quatro pontos cardeais e se ocupam de velar pelas necessidades e pela saúde das entranhas de Osíris.
Definições de Tradução para o espanhol pelo Google: A Batalha de Hórus e Seth Hórus já era um homem feito quando Ísis veio a ter com ele novamente, ela o ensinou a entrar em comunhão com o pai em Amentet (mundo dos mortos), e foi com Osíris que ele, Hórus, aprendeu a lutar e usar o arco e a flecha aprendeu a cavalgar e a domesticar os leões. Certa manhã a deusa Hator, filha de Rá, veio até o Nilo e avistou Hórus se banhando. A imagem do deus fez com que ela cantasse e dançasse de excitação e toda pessoa que ela fitava imediatamente se apaixonava. Ela passou a ficar muito próxima de Hórus desde então, e ele nutria por ela o mesmo interesse. Mas ela não era a única a se apaixonar por Hórus. Néftis à muito tempo já havia deixado Seth e este casou-se pela segunda vez com Tauret (a mais antiga deusa da fertilidade). Quando Tauret soube sobre o jovem e viril falcão de Tebas, logo foi procurá-lo para fazer dele seu marido. Seth que já não gostava de Hórus por sua descendência e por medo de que o menino-falcão viesse cobrar o trono de seu pai, ficou ainda mais furioso com a notícia de que sua esposa tivesse o procurado. Enfurecido Seth colocou a coroa de guerra, pegou sua adaga e foi à procura de Hórus, como quem caça um javali. E a hora chegou, mas a luta entre Seth e Hórus seria longa e angustiosa; uma briga que aparecia não ter fim, na qual um e outro infringiam tanto mal como o que recebiam do seu adversário. E eles lutaram. Durante oitenta anos, suas facas se chocaram. Lutaram brandindo as clavas e atirando flechas. Os dois deuses emergiam do Nilo como homens, de pé sobre o dorso de crocodilos. Transformaram-se em Ursos, mordendo e dando patadas, transformaram-se em cobras, em feras selvagens, em asnos em falcões e leões. Transformados em hipopótamos, mergulharam nas águas claras do Nilo, apiedada, Ísis fez sua própria lança e, sem saber qual dos hipopótamos era seu filho, fincou sua arma nas costas de Hórus. Hórus precipitou-se das águas como uma pantera selvagem e correu atrás de Ísis, que fugiu como uma gazela amedrontada. Finalmente ele a apanhou, ergueu a faca e com um golpe arrancou-lhe a cabeça. Percebendo o que fizera, que sua cólera o traíra e que ferira Ísis mortalmente, Hórus deixou cair a arma e correu para as montanhas com a intenção de nunca mais voltar. Toth desceu a Terra e com palavras de magia colocou uma cabeça de vaca sobre os ombros de Ísis e a ressuscitou. Seth seguiu Hórus e o encontrou dormindo, sob o luar, debaixo de uma tamareira. Hórus acordou tarde demais, Seth já havia o agarrado. Com sua adaga que já havia rasgado Osíris, Seth arrancou os dois olhos de Hórus jogando-os ao sopé da montanha. Hator, a deusa da festividade, da dança e da alegria encontrou seu amado Hórus deitado com a face virada para baixo. Ela começou a dançar e cantar para alegrar o deus. Quando viu que o deus-falcão estava sem os olhos, espremeu seu peito até que até as cavidades oculares de Hórus. O leite da deusa fez com que Hórus voltasse a ver. Tão penoso foi o combate entre Seth e Hórus que Toth, o deus da Lua e a divindade da ordem e a inteligência, se apiedou dos combatentes e interveio para mediar na disputa, levando ambos ao tribunal dos deuses e fazendo comparecer também Osíris, para que todos pudessem ouvir as razões de um e dos outros. O tribunal sentencia que, na longa e controversa vista da briga entre Seth e Hórus, que durou nada menos que oitenta anos, os direitos sucessórios de Osíris pertencem a Hórus. O filho póstumo de Osíris recuperava o que correspondia pela sua linhagem: a sucessão no trono de Egito. Assim, o filho era reconhecido pela divindade como soberano indiscutível, dentro da tradição clássica que adjudicava aos reis e aos reinos um sentido de vontade divina. Por esta sentença, Seth perde o seu poder sobre as terras negras e férteis do Egito, voltando a reinar apenas na terra vermelha, mas ele não é castigado nem afastado do mundo. Seth passa a ser também uma divindade necessária ao ser acolhido por Rá, para que se ocupe nos céus de alternar a noite com o dia e deixe que sejam os reis os que governem sobre a terra . Hórus, por sua vez, engendra quatro filhos: Imset (Amsiti), Hapi, Duametef (Tuemeft) e Quebsnauf (Kevsnef). Estes filhos, que acompanharão Osiris nos julgamentos aos mortos, também cuidam dos quatro pontos cardeais e se ocupam de velar pelas necessidades e pela saúde das entranhas de Osíris.
Sinônimos de Tradução para o espanhol pelo Google: A Batalha de Hórus e Seth Hórus já era um homem feito quando Ísis veio a ter com ele novamente, ela o ensinou a entrar em comunhão com o pai em Amentet (mundo dos mortos), e foi com Osíris que ele, Hórus, aprendeu a lutar e usar o arco e a flecha aprendeu a cavalgar e a domesticar os leões. Certa manhã a deusa Hator, filha de Rá, veio até o Nilo e avistou Hórus se banhando. A imagem do deus fez com que ela cantasse e dançasse de excitação e toda pessoa que ela fitava imediatamente se apaixonava. Ela passou a ficar muito próxima de Hórus desde então, e ele nutria por ela o mesmo interesse. Mas ela não era a única a se apaixonar por Hórus. Néftis à muito tempo já havia deixado Seth e este casou-se pela segunda vez com Tauret (a mais antiga deusa da fertilidade). Quando Tauret soube sobre o jovem e viril falcão de Tebas, logo foi procurá-lo para fazer dele seu marido. Seth que já não gostava de Hórus por sua descendência e por medo de que o menino-falcão viesse cobrar o trono de seu pai, ficou ainda mais furioso com a notícia de que sua esposa tivesse o procurado. Enfurecido Seth colocou a coroa de guerra, pegou sua adaga e foi à procura de Hórus, como quem caça um javali. E a hora chegou, mas a luta entre Seth e Hórus seria longa e angustiosa; uma briga que aparecia não ter fim, na qual um e outro infringiam tanto mal como o que recebiam do seu adversário. E eles lutaram. Durante oitenta anos, suas facas se chocaram. Lutaram brandindo as clavas e atirando flechas. Os dois deuses emergiam do Nilo como homens, de pé sobre o dorso de crocodilos. Transformaram-se em Ursos, mordendo e dando patadas, transformaram-se em cobras, em feras selvagens, em asnos em falcões e leões. Transformados em hipopótamos, mergulharam nas águas claras do Nilo, apiedada, Ísis fez sua própria lança e, sem saber qual dos hipopótamos era seu filho, fincou sua arma nas costas de Hórus. Hórus precipitou-se das águas como uma pantera selvagem e correu atrás de Ísis, que fugiu como uma gazela amedrontada. Finalmente ele a apanhou, ergueu a faca e com um golpe arrancou-lhe a cabeça. Percebendo o que fizera, que sua cólera o traíra e que ferira Ísis mortalmente, Hórus deixou cair a arma e correu para as montanhas com a intenção de nunca mais voltar. Toth desceu a Terra e com palavras de magia colocou uma cabeça de vaca sobre os ombros de Ísis e a ressuscitou. Seth seguiu Hórus e o encontrou dormindo, sob o luar, debaixo de uma tamareira. Hórus acordou tarde demais, Seth já havia o agarrado. Com sua adaga que já havia rasgado Osíris, Seth arrancou os dois olhos de Hórus jogando-os ao sopé da montanha. Hator, a deusa da festividade, da dança e da alegria encontrou seu amado Hórus deitado com a face virada para baixo. Ela começou a dançar e cantar para alegrar o deus. Quando viu que o deus-falcão estava sem os olhos, espremeu seu peito até que até as cavidades oculares de Hórus. O leite da deusa fez com que Hórus voltasse a ver. Tão penoso foi o combate entre Seth e Hórus que Toth, o deus da Lua e a divindade da ordem e a inteligência, se apiedou dos combatentes e interveio para mediar na disputa, levando ambos ao tribunal dos deuses e fazendo comparecer também Osíris, para que todos pudessem ouvir as razões de um e dos outros. O tribunal sentencia que, na longa e controversa vista da briga entre Seth e Hórus, que durou nada menos que oitenta anos, os direitos sucessórios de Osíris pertencem a Hórus. O filho póstumo de Osíris recuperava o que correspondia pela sua linhagem: a sucessão no trono de Egito. Assim, o filho era reconhecido pela divindade como soberano indiscutível, dentro da tradição clássica que adjudicava aos reis e aos reinos um sentido de vontade divina. Por esta sentença, Seth perde o seu poder sobre as terras negras e férteis do Egito, voltando a reinar apenas na terra vermelha, mas ele não é castigado nem afastado do mundo. Seth passa a ser também uma divindade necessária ao ser acolhido por Rá, para que se ocupe nos céus de alternar a noite com o dia e deixe que sejam os reis os que governem sobre a terra . Hórus, por sua vez, engendra quatro filhos: Imset (Amsiti), Hapi, Duametef (Tuemeft) e Quebsnauf (Kevsnef). Estes filhos, que acompanharão Osiris nos julgamentos aos mortos, também cuidam dos quatro pontos cardeais e se ocupam de velar pelas necessidades e pela saúde das entranhas de Osíris.
Exemplos de Tradução para o espanhol pelo Google: A Batalha de Hórus e Seth Hórus já era um homem feito quando Ísis veio a ter com ele novamente, ela o ensinou a entrar em comunhão com o pai em Amentet (mundo dos mortos), e foi com Osíris que ele, Hórus, aprendeu a lutar e usar o arco e a flecha aprendeu a cavalgar e a domesticar os leões. Certa manhã a deusa Hator, filha de Rá, veio até o Nilo e avistou Hórus se banhando. A imagem do deus fez com que ela cantasse e dançasse de excitação e toda pessoa que ela fitava imediatamente se apaixonava. Ela passou a ficar muito próxima de Hórus desde então, e ele nutria por ela o mesmo interesse. Mas ela não era a única a se apaixonar por Hórus. Néftis à muito tempo já havia deixado Seth e este casou-se pela segunda vez com Tauret (a mais antiga deusa da fertilidade). Quando Tauret soube sobre o jovem e viril falcão de Tebas, logo foi procurá-lo para fazer dele seu marido. Seth que já não gostava de Hórus por sua descendência e por medo de que o menino-falcão viesse cobrar o trono de seu pai, ficou ainda mais furioso com a notícia de que sua esposa tivesse o procurado. Enfurecido Seth colocou a coroa de guerra, pegou sua adaga e foi à procura de Hórus, como quem caça um javali. E a hora chegou, mas a luta entre Seth e Hórus seria longa e angustiosa; uma briga que aparecia não ter fim, na qual um e outro infringiam tanto mal como o que recebiam do seu adversário. E eles lutaram. Durante oitenta anos, suas facas se chocaram. Lutaram brandindo as clavas e atirando flechas. Os dois deuses emergiam do Nilo como homens, de pé sobre o dorso de crocodilos. Transformaram-se em Ursos, mordendo e dando patadas, transformaram-se em cobras, em feras selvagens, em asnos em falcões e leões. Transformados em hipopótamos, mergulharam nas águas claras do Nilo, apiedada, Ísis fez sua própria lança e, sem saber qual dos hipopótamos era seu filho, fincou sua arma nas costas de Hórus. Hórus precipitou-se das águas como uma pantera selvagem e correu atrás de Ísis, que fugiu como uma gazela amedrontada. Finalmente ele a apanhou, ergueu a faca e com um golpe arrancou-lhe a cabeça. Percebendo o que fizera, que sua cólera o traíra e que ferira Ísis mortalmente, Hórus deixou cair a arma e correu para as montanhas com a intenção de nunca mais voltar. Toth desceu a Terra e com palavras de magia colocou uma cabeça de vaca sobre os ombros de Ísis e a ressuscitou. Seth seguiu Hórus e o encontrou dormindo, sob o luar, debaixo de uma tamareira. Hórus acordou tarde demais, Seth já havia o agarrado. Com sua adaga que já havia rasgado Osíris, Seth arrancou os dois olhos de Hórus jogando-os ao sopé da montanha. Hator, a deusa da festividade, da dança e da alegria encontrou seu amado Hórus deitado com a face virada para baixo. Ela começou a dançar e cantar para alegrar o deus. Quando viu que o deus-falcão estava sem os olhos, espremeu seu peito até que até as cavidades oculares de Hórus. O leite da deusa fez com que Hórus voltasse a ver. Tão penoso foi o combate entre Seth e Hórus que Toth, o deus da Lua e a divindade da ordem e a inteligência, se apiedou dos combatentes e interveio para mediar na disputa, levando ambos ao tribunal dos deuses e fazendo comparecer também Osíris, para que todos pudessem ouvir as razões de um e dos outros. O tribunal sentencia que, na longa e controversa vista da briga entre Seth e Hórus, que durou nada menos que oitenta anos, os direitos sucessórios de Osíris pertencem a Hórus. O filho póstumo de Osíris recuperava o que correspondia pela sua linhagem: a sucessão no trono de Egito. Assim, o filho era reconhecido pela divindade como soberano indiscutível, dentro da tradição clássica que adjudicava aos reis e aos reinos um sentido de vontade divina. Por esta sentença, Seth perde o seu poder sobre as terras negras e férteis do Egito, voltando a reinar apenas na terra vermelha, mas ele não é castigado nem afastado do mundo. Seth passa a ser também uma divindade necessária ao ser acolhido por Rá, para que se ocupe nos céus de alternar a noite com o dia e deixe que sejam os reis os que governem sobre a terra . Hórus, por sua vez, engendra quatro filhos: Imset (Amsiti), Hapi, Duametef (Tuemeft) e Quebsnauf (Kevsnef). Estes filhos, que acompanharão Osiris nos julgamentos aos mortos, também cuidam dos quatro pontos cardeais e se ocupam de velar pelas necessidades e pela saúde das entranhas de Osíris.
Veja também
Traduções de Tradução para o espanhol pelo Google: A Batalha de Hórus e Seth Hórus já era um homem feito quando Ísis veio a ter com ele novamente, ela o ensinou a entrar em comunhão com o pai em Amentet (mundo dos mortos), e foi com Osíris que ele, Hórus, aprendeu a lutar e usar o arco e a flecha aprendeu a cavalgar e a domesticar os leões. Certa manhã a deusa Hator, filha de Rá, veio até o Nilo e avistou Hórus se banhando. A imagem do deus fez com que ela cantasse e dançasse de excitação e toda pessoa que ela fitava imediatamente se apaixonava. Ela passou a ficar muito próxima de Hórus desde então, e ele nutria por ela o mesmo interesse. Mas ela não era a única a se apaixonar por Hórus. Néftis à muito tempo já havia deixado Seth e este casou-se pela segunda vez com Tauret (a mais antiga deusa da fertilidade). Quando Tauret soube sobre o jovem e viril falcão de Tebas, logo foi procurá-lo para fazer dele seu marido. Seth que já não gostava de Hórus por sua descendência e por medo de que o menino-falcão viesse cobrar o trono de seu pai, ficou ainda mais furioso com a notícia de que sua esposa tivesse o procurado. Enfurecido Seth colocou a coroa de guerra, pegou sua adaga e foi à procura de Hórus, como quem caça um javali. E a hora chegou, mas a luta entre Seth e Hórus seria longa e angustiosa; uma briga que aparecia não ter fim, na qual um e outro infringiam tanto mal como o que recebiam do seu adversário. E eles lutaram. Durante oitenta anos, suas facas se chocaram. Lutaram brandindo as clavas e atirando flechas. Os dois deuses emergiam do Nilo como homens, de pé sobre o dorso de crocodilos. Transformaram-se em Ursos, mordendo e dando patadas, transformaram-se em cobras, em feras selvagens, em asnos em falcões e leões. Transformados em hipopótamos, mergulharam nas águas claras do Nilo, apiedada, Ísis fez sua própria lança e, sem saber qual dos hipopótamos era seu filho, fincou sua arma nas costas de Hórus. Hórus precipitou-se das águas como uma pantera selvagem e correu atrás de Ísis, que fugiu como uma gazela amedrontada. Finalmente ele a apanhou, ergueu a faca e com um golpe arrancou-lhe a cabeça. Percebendo o que fizera, que sua cólera o traíra e que ferira Ísis mortalmente, Hórus deixou cair a arma e correu para as montanhas com a intenção de nunca mais voltar. Toth desceu a Terra e com palavras de magia colocou uma cabeça de vaca sobre os ombros de Ísis e a ressuscitou. Seth seguiu Hórus e o encontrou dormindo, sob o luar, debaixo de uma tamareira. Hórus acordou tarde demais, Seth já havia o agarrado. Com sua adaga que já havia rasgado Osíris, Seth arrancou os dois olhos de Hórus jogando-os ao sopé da montanha. Hator, a deusa da festividade, da dança e da alegria encontrou seu amado Hórus deitado com a face virada para baixo. Ela começou a dançar e cantar para alegrar o deus. Quando viu que o deus-falcão estava sem os olhos, espremeu seu peito até que até as cavidades oculares de Hórus. O leite da deusa fez com que Hórus voltasse a ver. Tão penoso foi o combate entre Seth e Hórus que Toth, o deus da Lua e a divindade da ordem e a inteligência, se apiedou dos combatentes e interveio para mediar na disputa, levando ambos ao tribunal dos deuses e fazendo comparecer também Osíris, para que todos pudessem ouvir as razões de um e dos outros. O tribunal sentencia que, na longa e controversa vista da briga entre Seth e Hórus, que durou nada menos que oitenta anos, os direitos sucessórios de Osíris pertencem a Hórus. O filho póstumo de Osíris recuperava o que correspondia pela sua linhagem: a sucessão no trono de Egito. Assim, o filho era reconhecido pela divindade como soberano indiscutível, dentro da tradição clássica que adjudicava aos reis e aos reinos um sentido de vontade divina. Por esta sentença, Seth perde o seu poder sobre as terras negras e férteis do Egito, voltando a reinar apenas na terra vermelha, mas ele não é castigado nem afastado do mundo. Seth passa a ser também uma divindade necessária ao ser acolhido por Rá, para que se ocupe nos céus de alternar a noite com o dia e deixe que sejam os reis os que governem sobre a terra . Hórus, por sua vez, engendra quatro filhos: Imset (Amsiti), Hapi, Duametef (Tuemeft) e Quebsnauf (Kevsnef). Estes filhos, que acompanharão Osiris nos julgamentos aos mortos, também cuidam dos quatro pontos cardeais e se ocupam de velar pelas necessidades e pela saúde das entranhas de Osíris.
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